divendres, 28 de setembre del 2012

Vieux-Montréal

Unos de mis lugares favoritos es la Basílica de Notre-Dame: por fuera es imponente y por dentro es preciosa. Supongo que tiene mucho que ver mi debilidad por el color azul, pero creo que es una auténtica maravilla:

Basílica de Notre-Dame

Basílica de Notre-Dame

Se puede visitar la Basílica durante el día, como cualquier otra catedral, o bien acudiendo a la visita de la tarde. Por la tarde montan una especie de espectáculo con luces y sonido que es realmente impresionante. Además, viene acompañado de un vídeo muy divertido en el que te explican un poquito la historia de la construcción de la catedral. En realidad el vídeo no pretende ser divertido, pero está actuado de tal manera que resulta bastante cómico. ¡Os recomiendo la visita!

Basílica de Notre-Dame


Otro de los edificios emblemáticos de Montreal es el Château Ramezay, un edificio histórico y a la vez museo. Veamos, aunque durante la visita te van comentando lo maravilloso que es ese caserón yo no le encontré nada destacable. Básicamente se trata de una lujosa casa (en su momento y tal) que se construyó el gobernador en 1705, que ha sufrido todas las invasiones de la zona y que sigue ahí. Supongo que ese es el mérito, porque realmente es bastante sosa... 

Château Ramezay

De todas formas, la parte más interesante del Château Ramezay es que alberga un museo con diferentes objetos de la época. Por supuesto, muchos de estos objetos sólo eran accesibles para aquellos que podían permitírselo, pero no dejan de ser muy curiosos.

Automóvil (1898-1902)

Literas para niños

Cocina

Aunque para curiosidad, uno de los artilugios médicos del siglo XVIII:

Enema de jeringa

Da miedo, ¿eh? Bueno, para que os recuperéis del susto os dejo alguna imagen más del centro histórico, ¡hasta pronto!

Hôtel de Ville (Ayuntamiento)

Calle del Marché Bonsecours

Palacio de Justicia

dimecres, 26 de setembre del 2012

Mont-Royal y la Poutine


Tuve la suerte de pasar mi primer día en Canadá con mi nuevo amigo Pancho. Nuestra primera parada fue el Mont-Royal, un monte situado en medio de la ciudad de Montreal. Al parecer, hay un caminito por el que se puede subir la montaña lentamente dando un agradable paseo… y luego están los atajos.

Los atajos también son un agradable paseo, que no os quepa duda, es sólo que para poder llegar antes te toca disfrutar más de sus piedras y sus escaleras varias. Aun así, sigue siendo un paseo (acelerado) muy bonito y fácil de disfrutar,  ¡sobretodo si te encuentras alguna ardillita por el camino! (No hay foto, lo siento, salen de repente y se van.)

En fin, dependiendo de tu condición física, puedes llegar al mirador con la lengua fuera (ejem) o subiendo los escalones de dos en dos (como esos valientes atletas a los que admiro y odio por igual…), pero en cualquier caso vale la pena el esfuerzo porque una vez llegas arriba te encuentras con esto:

Vistas desde el Mont-Royal

Vistas desde el Mont-Royal conmigo por medio :)

Nuestra siguiente parada es en el centro histórico de Montreal. Las calles tienen cierto encanto que me recuerda al Gòtic, pero podría no parecerse en nada... ¡así que no os fiéis de mí!

Y bien, llega la hora de la cena y, ¿¿qué podríamos comer?? La Poutine, ¡por supuesto! Es uno de los platos estrella de Quebec que consiste básicamente en patatas fritas, queso troceado y salsa de carne. Mi primera impresión es la de que un niño se ha metido en la cocina y ha mezclado los ingredientes que le ha dado la gana. La pinta viene a ser esta:

La Poutine

Está muy bueno, os lo garantizo. Al parecer es un plato muy típico (en plan comida rápida) que la gente come cuando vuelve de fiesta. Es más, ¡incluso el McDonald’s tiene un especial de Poutine! Bueno, quizás eso no es tan relevante porque los nuestros tienen tortilla de patatas (o un sucedáneo de ella…).

Y bien, para terminar el día (y el post), unas vistas de la ciudad de noche:

Montreal de noche

dimecres, 19 de setembre del 2012

Maletas y Montreal



Viajo con una maleta enorme, no tiene otro nombre. De hecho, viajo con una maleta dentro de otra maleta.

Desde el principio: después de intentar reducir el equipaje al máximo, mi equipaje seguía superando el límite de la compañía de forma muy considerable. ¿Solución fácil? Separar una parte como equipaje de mano. Pero yo no quería arrastrar tanta maleta por Canadá, ya llevo una mochila… Además, por mucho equipaje de mano que lleve seguiría llevando una señora maleta. ¿¿Solución retorcida?? Utilizar una maleta que sea lo suficientemente grande como para guardar el equipaje de mano nada más bajar del avión.

Después de muchas pruebas y mucho tetris, todo encaja. Incluso puedes jugar un poquito con el espacio sobrante: he encontrado la combinación perfecta de maletorra y maletita.

Al margen de la feliz combinación, en cuanto bajo del avión estoy deseando recoger la maletorra para poder deshacerme de la maletita. Y es que la pobre maletita lo es en todos los sentidos: es pequeñita, con las asas cortitas, con las ruedas torpes y muy inestable. Vamos, que cuando no se cae con sólo mirarla es porque me está golpeando los tobillos al caminar... Pero no os dejéis engañar por mi descripción: Yo sigo muy orgullosa de ella porque mi maletita, ¡tiene un gran cometido!

Se acerca el momento: llego a la aduana, entrego mi documentación junto al formulario de declaración de equipaje, me lo devuelven todo… yo pensaba que se quedarían con la declaración, ¡pero no importa! Porque ya mismo podré unificar mi equipaje e ir más ligera (más bien menos abultada...). Así que me quedo el pasaporte y guardo el resto de documentos en la maletita. Ha llegado el momento crucial: la unificación.

Pues bien, a pesar de todas las pruebas realizadas, se nos olvidó probar aquella en la que introducimos a la maletorra en una lavadora industrial y simulamos el caos. El caso es que el tetris con todo el contenido alborotado ya no cuadra tanto. Después de 15 minutos de pisar, sentarme y saltar sobre la maleta parece que por fin cierra. Y digo que cierra porque ya no se abre… y porque he decidido ignorar a un par de prendas que asoman por los bordes...

¡¡Pero yo estoy muy feliz!! Porque se ha “cerrado”, porque me he ahorrado una hora de gimnasio y porque me he empezado a  reír yo sola al darme cuenta de que llevo 15 minutos montando ese número delante de todo el que pasa a recoger su equipaje.

Así que me voy. Nos vamos mi maletorra y yo hacia la salida cuando vemos (sí, ella también lo ve): cuatro policías delante de un control que indica “declaración de equipaje”.¿¿Y dónde se encuentra el formulario de declaración de equipaje?? Exacto, dentro de la maletita.

En fin, esa ha sido mi primera aventura en Montreal. Me he reído mucho, yo sola, eso sí… los policías me miraban raro porque me hacía mucha gracia eso de tener que abrir la maleta para sacar un papel...

Y aunque el cansancio seguramente haya potenciado mis ataques de risa (y por qué no, mi felicidad absoluta al ignorar el dichoso formulario), ha sido una agradable manera de romper el hielo al llegar a Canadá.

Es muy posible que el cansancio también haya patrocinado este post... Sea como sea, ¡empieza la aventura!